Ya habían pasado tres días desde que nuestros digimon se transformaron, nos han contado un montón de cosas, y ya no somos tan inútiles, ahora les podremos ayudar sin entorpecerles, ¿pero ayudar en qué? Esa respuesta no me la han sabido dar.

-¡Mira Víctor! ¡Manzanitas!

Biyomon me había traído unas ricas manzanas rojas y dios, que buena pinta tenían, nos las zampamos enseguida mientras César y Gomamon se habían ido a un río a pescar y Payne y Goblimon habían ido a buscar un buen sitio para pasar la noche mientras de paso buscaban un televisor.

De repente, un árbol seco, tipo... ¿halloween? Parecido, sin hojas, ni frutos, ni flores, con unos huecos en el tronco que parecían una careta.

-Víctor.

-¿Si Biyomon?

-Este es un Woodmon durmiendo.



¡Meca que susto me llevé! Entonces este era otro de estos monstruitos... Prefería marchar de ahí a buscar comida en otro lugar.

Había manzanas... y... solo manzanas, no nos podíamos alimentar solo de manzanas, anda, setas, de eso si nos podríamos alimentar, manzanas, setas y pescado.
Pero las setas estaba recogiendolas el Woodmon, menudo momento para despertarse de su siesta, será...

-Biyomon a que le pides unas pocas..

Me miró con pereza, pero al final se acercó, le preguntó, y, esperando respuesta, me hizo el signo de "OK" con sus garras.

-¡Biyomon cuidado!

Grite justo a tiempo para que este se diese cuenta y reaccionara, antes de ser golpeado por un brutal puñetazo del árbol que destrozó gran parte del suelo.

Nos miró como lo hace un asesino, nos encontrábamos a una distancia de unos 20 metros.

-Será egoísta... Biyomon, demuéstrale lo que tú sabes hacer.

Me miró en una mezcla de desilusionado y de haber metido la pata -Verás Víctor... es que Woodmon es de un nivel superior a mi ¡No puedo hacer nada! Que inútil que soy...

-Mira que eres dramático, voy a pedírselo yo.

EL no quería que fuese, pero fui, puse mi más tierna sonrisa ¿quién se resiste a mi sonrisita? Pues él, porque marché corriendo que sino me hubiera dejado plano en el suelo, pero esta vez lo debimos cabrear más, porque marchó corriendo a por nosotros.

-¡Biyomon! ¡Ayudaaa!

-¡No puedo hacer nadaaa!

No nos quedaba otra, así que tras un pequeño sprin para despistar al Woodmon nos escondimos tras de un árbol, al parecer el digimon pasó de largo, no nos vio, y aprovechamos para ir a por las setas.

Me había llenado los bolsillos, también doble mi camisa por la parte de abajo para llevar más setas aun, y hasta llevaba en la boca una.

Algo me agarró por detrás, mi vida pasó por mi mente en apenas dos segundos, tiempo de sobra para girarme y ver a Woodmon apresándome.

-¡Grrrrr! ¡Drenado!

A punto estuvo de apuñalarme con una de sus ramas, por suerte para todos, Biyomon no es un inútil.

-¡Fuego mágico!

El impacto verde bastó para desconcentrar a Woodmon, pero este no sintió más que cosquillas, y se rió. Y volvió a preparar si ataque Drenado, cerré los ojos, así me dolería menos...



Una inmensa ave de fuego salió de... de mi... ¿de mi amigo? Era hermoso.

-¡Alas de meteoro!

El ave, que había desconcentrado al árbol con su imponente presencia, se elevó en el cielo, era mucho más grande que yo, el doble de mi, más, y desde allí arriba, con un batir de alas, unos meteoritos llenos de fuego salieron de dichas extremidades para acabar abrasando a Woodmon, el cual, tras el impacto, me soltó y salió corriendo.
De repente, llegaron Payne y Goblimon.

-¿Se puede saber que pasa aquí?- Al mirar hacia arriba se asusto -Y...y...y...¿y este? ¿Biyomon?

-No, ahora soy Birdramon.

-Sii, y hemos conseguido setas y manzanas.

-Y nosotros un buen puñado de pescado- dijo César, el cual apareció sin que nos diésemos cuenta.

-Sii, y hay una barca.

-¿Y?

-Lo que Gomamon quiere decir es que si hay una barca, alguien la ha debido de construir, me refiero, ¡que aquí debe haber gente!

-Pero la han podido construir los digimon...

-Noo, los digimon no usamos esas cosas.

-Tiene razón Payne.

-Bien, pero yo me voy volando.

Birdramon se posó en el suelo, me subí a una de sus patas, y marché volando ante las miradas de celos de los otros niños elegidos y sus digimon.

-¡Nos vemos en el río!

Por fin el paisaje cambió, ya no era manzanos y manzanos, ahora era agua y agua, un río muy poco ancho y casi nada profundo, llegamos antes que el resto y me metí en el agua que apenas me llegaba por las rodillas.

-Birdramon, que pena que seas de fuego, ¿no te vas a meter no?

Negó con la cabeza.

Los bordes del río eran de arena muy fina y un poco más separado del río rocas pequeñas, más alejado tierra, seguida de hierba y el manzanar.
Los demás pronto llegaron cuando yo ya había salido del agua.



-Miraar, dos Gekomon.- dijo Goblimon, con una gran sonrisa burlona en la cara.

-Si, César tranquilo, son pacíficos aunque te den miedo...

-¡Pesado!- dijo mientras le tiraba de sus brazos, dejándole darse un coscorrón en la cabeza.

-¡Lengua de ataque!- dijeron ambas ranas a la vez.

Casi dan a Payne y César, ¿pero no se supone que son pacíficas? Y ahí es cuando César mira mal a Gomamon.

-¡Venga Birdramon, todos tuyos!

-Eh...eh...

Birdramon empezó a brillar de un blanco muy soso, y a menguar de tamaño, antes de caer al suelo lo agarré en brazos en su forma de Piyomon.

-Que ha pasado...

Nada más decir eso observé a las ranas y empecé a correr, César y yo fuimos hacia dirección contraria a la corriente del río, mientras que Payne, bajaba por la ya mencionada corriente del río.
¡Que va! Los dos Gekomon nos perseguían a nosotros, si uno se fuera a por ella tendríamos más oportunidades.

-¡Chicos! ¡Qué hacemos!

-¡Poneros a salvo, luego nos vemos!- gritó César, mientras corríamos, yo secundaba la moción.

-Piyomon no puede hacer nada, Gomamon, ¿tú?

-¿Ya eh? Les lanzo unos pececitos para que se los coman.

¿Por qué están enfadados? ¿Qué pasa? No podíamos hacer otra cosa que correr.

-¡Salto de rana!

Uno de los Gekomon pegó un brinco enorme, y se tiró encima de César.

-¡Yo te salvo!

Por un momento... por un momento pensé que Gomamon iba a digievolucionar, el parecía haberlo pensado, pero el pobre se quedó ahí, tratando y no pudiendo acerlo...

Cogí una piedra que había en el suelo, la más grande que pude, y se la lancé a Gekomon, el cual cayó hacia atrás y dejó libre a César, el cual se levantó y empezó a correr.

Ese Gekomon se quedó algo rezagado, pero el otro nos estaba pisando los talones.

-Cansé.

Hice que César cogiese a Piyomon, el cual aun estaba muy débil, y frené en seco mientras ellos corrían.

-¡UUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUH! · · · ¡YIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!

Le estampé una patada en plena geta a la ranita, la cual se quedó en un estado parecido al... ¿fallecimiento? No, se movía.

-¡Correeeeeeeeeee!

-¿Y eso? Como mola.

Y Gomamon sonrió y afirmó.

Cinco minutos corriendo en los cuales ocurrió de todo, tropezamos, tropezaron, nos caímos al río, se cayeron al río, eran muy graciosos, no parecían malvados, pero vamos, que lo eran, luego cruzamos el río, pero ellos de un salto lo cruzaron también.

-¡Lengua de ataque!

Cada Gekomon fijó un objetivo, César y yo, respectivamente, y con sus lenguas a modo de látigo nos empezaron a estrangular.

Me parece que yo fui el primero en perder las fuerzas de hablar, mientras que Asdar soltó a Biyomon que aun lo tenía en brazos, el cual no hizo otra cosa que agarrarse a mi pierna intentando liberarme.

-¡Gomamon, corre, vete! ¡Sálvate hombre!

-¡Yo no soy un cobarde Cesarcito!



Sorprendido quedó César, yo no, no tenía fuerzas...

-¡Arpón volcán!

El cuerno de Ikkakumon se disparó, regenerándose otro en su cabeza de manera instantánea, el cuerno que había lanzado se abrió, cayendo la cubierta negra, dejando ver un misil verde que tras impactar en ambos Gekomon, los dejó en estado de shock.

-¡Nooo! Por favor, hacernos lo que queráis, pero no lastiméis a nuestros niñitos...

Ahora todo tenía sentido, tras recuperar las fuerzas, y Piyomon también, fuimos al sitio del río de antes, pero montados en Ikkakumon surcando el río, que molaba más. César casi no se lo creía aun, le brillaban los ojos.

Al llegar, los Gekomon, que al parecer eran pareja, hembra y macho, se bajaron, y fueron a enseñarnos dos huevos, del mismo tamaño, blancos con motas azules, que dentro del río, cubierto con piedras para que la corriente no se los llevaran.

-Solo los protegíamos... pensábamos que erais...

Así que eso eran huevos digimon, digihuevos...

-Pensábamos que erais secuaces de Kabuterimon. Lo sentimos mucho.

-No pasaaa nadaaa- dijimos los cuatro a la vez, nos miramos, y nos reímos del malentendido.

Ahora solo falta descubrir quien es ese Kabuterimon, aunque yo propongo no meternos en líos.