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Hoy es el cumpleaños de:
Lilu
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Mensaje |
Ichiinou |
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Publicado: 23/Ago/2013, 12:10 |
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Registrado: 27/Mar/2013, 22:27 Ubicación: Pontevedra
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Leída esta actualización, procedo a comentarte. Me gusta como se ha infiltrado en el castillo, lo has detallado a la perfección, describes tan bien, que parece que lo estés viviendo tú mismo, y puedas sentir el frío de las baldosas y el hedor de las alcantarillas. Sin duda, es genial. Esta frase me ha sonado rara, no sé si es un fallo, pero bueno, te lo señalo: Reminiscence escribió: La antorcha llameaba débilmente, liberando centelleos anaranjados y, si la movía demasiado rápido, dejando caer pequeñas lluvias de chispas. Y bueno, respecto a la corrección de lo último que te he señalado, veo que esa parte no la has cambiado en absoluto. Aunque los sinónimos escaseen, yo lo evito redactando de otra forma que me parece que quede igual de bien. En fin, me has dejado con ganas de más. Un saludo.
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Fernan |
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Publicado: 23/Ago/2013, 23:51 |
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El humorístico y vago del pueblo. |
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Registrado: 02/Ago/2010, 15:04 Ubicación: Esperándote en la cama.
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Me sorprende gratamente ver cómo eres capaz de introducir acción y al mismo tiempo seguir siendo fiel a tu estilo tan descriptivo. Es algo novedoso para mí, ya que estoy acostumbrado a más verbos a la hora de meter acción en un relato. Luego también mencionar que (aunque prácticamente es mencionable en cada capítulo porque eres así de bueno) las comparaciones que haces dentro de todos esos detalles que pones ayudan y mucho a entender la situación por la que estamos pasando, al menos hace que me enganche algo más a lo que estoy leyendo, vaya. Por otra parte, no hago nada más que aprender contigo en serio, me siento todo un ignorante Y por otra parte más, claro que sí que estamos que lo tiramos, esto: Ichiinou escribió: Esta frase me ha sonado rara, no sé si es un fallo, pero bueno, te lo señalo: Citar: La antorcha llameaba débilmente, liberando centelleos anaranjados y, si la movía demasiado rápido, dejaba caer pequeñas lluvias de chispas. ¿Igual así mejor, Ichiinou? Ahora que lo he leído, ciertamente ese segundo gerundio después del condicional no me deja buen sabor de boca. O cambias el tiempo verbal, o quitas el condicional: Citar: La antorcha llameaba débilmente, liberando centelleos anaranjados, y la movía demasiado rápido, dejando caer pequeñas lluvias de chispas. O al menos, esa impresión tengo yo xD. ¡No puedo esperar para ver que es lo que estás cociendo para el próximo capítulo!
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Renaissance |
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Publicado: 25/Ago/2013, 00:48 |
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Registrado: 20/Feb/2010, 16:57
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Subir las escaleras terminó por llevar su caminar a un extraño pasillo que describía suavemente curvas a ambos lados. Frente a ella, arcos esculpidos en la piedra hacían las funciones de lo que serían de otra forma ventanales, altos y con una silueta cargada de elegancia. Tras ellos se atisbaba que se encontraba a ras del suelo, pues una especie de hermoso y cuidado jardín se presentaba a sí mismo envuelto en serenos colores y luz de luna. No parecía haber nadie allí, lo cual fue un alivio para la muchacha, que dio unos pasos al frente mientras analizaba todo con cauta y calculada frialdad. De un vistazo alrededor llegó a la conclusión de que el pasillo que rodeaba aquella amplia estancia, que parecía el corazón del castillo, estaba desierto, y observó que en los puntos cardinales cuatro arcos especialmente grandes funcionaban como puertas en lugar de a modo de ventanas. Echó a andar hacia la derecha, sin alejarse de la pared, viendo que había diferentes entradas a lo largo de todo el perímetro que envolvía el lugar, cada una distinta y aparentemente única. No reaccionó al hecho de encontrarse con unas escaleras que subían, de una piedra diferente y parecida a aquella gris pálido que daba color al castillo por fuera, y las ignoró para seguir caminando hasta alcanzar una de las entradas al jardín. Tenía una forma extraña. Le dio la sensación de que, de verlo desde arriba, resultaría en una brújula abstracta por la simetría que presentaba. Se detuvo un momento frente a una especie de arbusto que crecía hasta casi su altura, repleto de flores blancas y de un aroma fascinante y sutil. Algunas se amontonaban y parecían caer como cascadas mecidas por la caricia del viento nocturno, creando una magia envolvente y vibrante que llenaba el aire imbuyéndolo de aquella energía tan vital para ellas. Bajo la luz suave del astro parecían resplandecer suavemente, como haciendo coro al resplandor de la noche otoñal, y, con una especie de frío mudo, templaban la sensación térmica de la brisa. Era probablemente todo una ilusión, ficticio, pero su belleza bastaba para conmover a la serenidad en toda su esencia. Su cuerpo temblaba levemente por lo gélido de la madrugada, y el estar empapada no ayudaba en absoluto. Sin embargo, la joven no hizo más que acariciar una antes de volverse, presa de un hielo diferente, uno que taladraba su nuca, apremiando. Un hielo más frío que ninguno capaz de crearse con la imaginación. —Son lágrimas de luna –anunció una voz a su espalda, una voz masculina pero aterciopelada en extremo, como si el tañido de campanillas se cruzase en millones de pliegues y matices con la limpieza de las notas de un arpa. La muchacha se giró a la velocidad de la luz, atando cabos al instante y relacionando su frío con la mirada del chico, la que hasta unas milésimas antes se clavaba en la parte trasera de su cuello. Analizó al caballero que tenía delante de forma casi instantánea. Su piel era inmaculadamente blanca y transmitía tal suavidad que de por sí sola era delatora de su origen noble. El pelo le caía a ambos lados de la cara, de un rubio tan claro que bajo lo pálido de aquella luz casi parecía imitar el tono de su tez, que rozaba lo resplandeciente de las primeras nieves. Llevaba aquella sonrisa torcida e irónica como una más de sus prendas, simulando intentar hacer a todos cuantos le rodeaban cómplices de aquel baile de seducción que sugerían discretamente sus ojos verdes. —Dicen que los primeros elfos le cantaron tanto a la luna que les regaló una única flor, la primera de todas ellas –continuó, viendo que la muchacha no respondía ni reaccionaba a su presencia. Le echó un marcado vistazo a su aspecto, y, seguramente percibiendo levemente lo desagradable de su olor, decidió no acercarse. —Según los viejos libros de sus bibliotecas, eran como esas que estabas mirando –puntualizó con una sonrisa, quizá creyéndose ingenioso, quizá tratando de abusar de aquel extraño encanto que parecía considerar poseer–. Florecen cada atardecer y mueren al salir el sol. No siguen las estaciones, solo el paso de los días, y es extraño que su bella hipnosis ilumine las noches en las que no brilla la luna. Son caprichosas, pero también bellas, y su olor… –tomó una sobre la palma de la mano para deleitarse en su sutil aroma, ignorando ya aquel intento inicial de guardar las distancias–, su olor es algo para lo que ni yo ni las bibliotecas tenemos palabras. El verde de sus iris buscó los de la joven, pero no soportó la mirada de la muchacha y volvió a centrarse en las flores. Ella podía sentir cómo su incomodidad crecía, pero permanecía inmutable y en silencio, algo inconsciente en realidad, pues no alcanzaba a comprender qué clase de impulso podía llevar a alguien a acercarse a ella. Quizá el de alguien que nunca se había sentido amenazado por nada. —Llevas… armas –comentó él, haciendo un gesto casi inapreciable con una de sus manos hacia delante. No era necesario decir nada, y fue por eso que no lo hizo. Sus ojos seguían inmutables, pero por dentro estaba desafiándose a sí misma en un desesperado intento de decidir qué hacer si no la dejaba en paz. No podía permitirse que nadie quisiese hacerle mal cuando con un grito cualquiera podría extinguir el delgado equilibrio que la hacía permanecer como incógnita, siendo este lo único que la mantenía a salvo. —Sí –respondió secamente al final, decidida a hacer, por encima de lo falto de importancia que encontrase a aquel joven, lo que fuese más inteligente. Su voz sonaba fría y tensa, pero precisamente la esencia de su voz residía en lo helado de aquella tensión, en que siempre permanecía tosca, oxidada, en que vibraba hundida en el desuso, en lo cortante de su indiferencia. Y es que, sin importar qué palabras pronunciase, todas sus secas declaraciones sonaban como una sentencia de muerte.
Última edición por Renaissance el 22/Feb/2014, 00:46, editado 1 vez en total
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Ichiinou |
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Publicado: 25/Ago/2013, 01:08 |
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Registrado: 27/Mar/2013, 22:27 Ubicación: Pontevedra
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Leído, procedo a comentarte.
Me encanta la introducción de este personaje, me gusta mucho, no sé, creo que va a ser uno de mis favoritos. Yo no sé por qué, no le tengo especial cariño a la protagonista, y este personaje me huele que va a aparecer bastante en la historia.
No sé por qué, pero en los últimos capítulos, noto menos pesadez a la hora de leer tu relato, será que no te paras tanto en las descripciones y eso me agrada a mí y a mi cerebro.
Tengo ganas de leer más y de saber como reaccionará este nuevo personaje a lo que le acaba de decir la protagonista.
Un saludo. ~
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Renaissance |
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Publicado: 26/Ago/2013, 12:31 |
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Registrado: 20/Feb/2010, 16:57
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—Eso es inteligente –añadió el muchacho, ensanchando su brillante sonrisa–. No creo que nadie vaya a intentar matarte aquí, pero está claro que no encontrarás a mucha gente que piense en algo más que en sí misma entre estos muros. Le echó un fugaz vistazo, imprimiendo gravedad en la mirada. —Mi nombre es Svend, de las tierras del norte –sus ojos brillaron un momento, a la vez que se postraba ante ella en una reverencia excesivamente formal–. Allí los veranos incendian lo que templan los inviernos. La joven no sabía nada de lo que le estaba diciendo, pero acogió la información en silencio. Guardó el nombre del chico en un rincón de su mente, aquel en el que los recuerdos nunca se desvanecen en el pasado, y lo archivó bajo llave. Fue entonces que pasó a ser tan suyo como del noble que no dejaba de mirarla. —Todo el mundo busca sus propios intereses por encima de los de nadie, y quien dice que no es así miente –puntualizó la muchacha en un leve murmullo–. Este sitio está lleno de mentiras. Giró la cabeza levemente, como observando las mentiras a las que acababa de hacer referencia en el aire que la rodeaba. Svend se quedó observándola unos instantes, sin perder la sonrisa, como si su mera existencia le resultase curiosa, y después entornó los ojos y volvió a hablar. —No sé lo que haces aquí, ni qué te ha pasado, ni por qué pareces comprender cómo funcionan las cosas en la corte cuando está claro que no estabas aquí ayer. Se miraron de nuevo, apenas un minuto, y el joven tuvo que apartar la vista. El ambiente idílico no relajaba aquel hielo quebradizo que parecía tensar el aire entre ambos y nacía en los ojos de ella, sin pausa. —Todas esas cosas, dispuestos a ser sinceros, me interesan –ella no alcanzó a entenderlo, pero el muchacho intuía que no sería capaz de hacerla creer una mentira, y fue por eso que tanteó el terreno con cautela y verdad–, pero no voy a obligarte a revelarme las respuestas a mis preguntas. Quizá otros aquí sí quieran hacerlo. Aquel hombre, joven hasta el punto de no superar los veinticinco y con la tez pintada de luz de luna, no tenía posibilidad alguna de inquietarla, pero lo escuchó sin mediar palabra. Tomó una de aquellas florecillas blancas y la arrancó con suavidad, dejándola caer sobre aquel sendero artificial que recorría los jardines del corazón del castillo. —Cuando amanezca morirá y no volverá a abrirse nunca. Se cerrará –indicó señalando con un amplio gesto el cielo sobre ambos–, y lo hará para siempre. Hasta entonces permanecerá resplandeciente como la luna en lo alto. La miró de nuevo, sin fijarse por una vez en sus ojos, y centró sus iris verdes en su figura para detenerse de forma casi descarada en lo femenino de su silueta, tan marcada por el empapado vestido. —Cuando amanezca quizá te vea. Quizá ya no estés aquí, o quizá no vuelvas a saber nunca más de Svend de las tierras del norte –anunció en voz baja, como entonando de memoria un prefacio mil veces leído–. Sea como sea, cuando salga el sol puede que presente más interés en contestar a mis preguntas, y me parece que eres la única persona en todo el castillo capaz de responderlas. Le sonrió con un matiz de ironía en los ojos, pícaros hasta resultar rayano a lo ofensivo, y se dio la vuelta justo después para marcharse por el camino que atravesaba los jardines, denotando seguridad en el sigilo mudo de sus pasos. La marcha de Svend no le supuso tranquilidad alguna, pues era precisamente su compañía lo que le daba tiempo real para pensar en qué hacer ahora que estaba dentro del castillo, y que el muchacho desapareciese la hizo tener que acelerar sus pensamientos. Sin embargo, algo interrumpió sus cavilaciones un momento, como quebrando el aire suavemente, y alzó la cabeza veloz y precisa hacia los balcones del segundo piso, el lugar del que procedía aquella sensación que la había envuelto en apenas milésimas. Un hombre cubierto con una capucha de un marrón oscuro y desvaído se apoyaba con ambas manos en la barandilla que delimitaba toda la planta superior, observando los jardines y, en consecuencia, mirándola a ella. La joven era probablemente lo más discordante y lleno de interés que hubiese allí abajo, así que no dudó un segundo en haber sido vista y su musculatura se tensó más de lo habitual, preparada para reaccionar a probablemente cualquier cosa. Sin embargo, nada especial sucedió. El individuo que la contemplaba desde arriba pareció esbozar una tosca sonrisa ininteligible antes de dar media vuelta y perderse en la oscuridad del castillo. Y fue entonces que se supo sola. No echó ni un último vistazo a ninguna de aquellas sin duda magníficas flores, ni dejó que la luna siguiese iluminando su rostro en la noche. Un paso atrás bastó para regresar a las sombras, aliadas a la par que hogar, cómplices de su sigilo y esencia de su naturaleza. En el corazón de esta, el haber sido labrada en secreto entre los escondites del día y la magia llena de misantropía que se ocultaba de los hombres una vez caído el sol. Retrocedió hasta el muro de piedra. Sintió su tacto, frío, áspero, intenso en suavidad, exclusivamente en la suavidad de lo que ha sido cuidado durante tantos años que ya nadie recuerda su origen. Escuchó el silencio de las rocas, su vibrante canción que iba más allá de sueños, de verdad y mentira, aquella que nunca decía falsedad aun sin tener voz para revelar secretos. También ella era su amiga… Y así avanzó, sumergida hasta el cuello en oscuridad y música de cien silencios, sabiendo que, después de tantos años, no había nada que fuese a velar por ella como aquella complicidad danzarina que había pasado a envolverla en su insensible abrazo más rápido de lo que pestañea el amanecer.
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Ichiinou |
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Publicado: 26/Ago/2013, 13:19 |
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Registrado: 27/Mar/2013, 22:27 Ubicación: Pontevedra
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Leído. La verdad me gusta mucho el personaje de Svend, me parece que será muy interesante en la historia y en este capítulo reafirmé mi teoría. No puedo decir mucho, porque aquí lejos de la conversación con el chico, poco más nuevo a sucedido, así que no tengo mucho de lo que hablar. Eso sí, he encontrado un fallito: Reminiscence. escribió: Sea como sea, cuando salga el sol puede que presente más interés en contestar a mis preguntas, y me parece que eres la única persona en todo el castillo capaz de responderlas. Como ves, en el primer verbo usas una conjugación formal o de respeto y en el segundo no, por lo tanto, debería ser o una cosa o la otra, las dos mezcladas quedan raro, hacen que no se entienda muy bien la frase. Espero la actualización. ¡Un saludo!
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Renaissance |
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Publicado: 26/Ago/2013, 13:26 |
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Registrado: 20/Feb/2010, 16:57
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Ichiinou escribió: Leído. La verdad me gusta mucho el personaje de Svend, me parece que será muy interesante en la historia y en este capítulo reafirmé mi teoría. No puedo decir mucho, porque aquí lejos de la conversación con el chico, poco más nuevo a sucedido, así que no tengo mucho de lo que hablar. Eso sí, he encontrado un fallito: Reminiscence. escribió: Sea como sea, cuando salga el sol puede que presente más interés en contestar a mis preguntas, y me parece que eres la única persona en todo el castillo capaz de responderlas. Como ves, en el primer verbo usas una conjugación formal o de respeto y en el segundo no, por lo tanto, debería ser o una cosa o la otra, las dos mezcladas quedan raro, hacen que no se entienda muy bien la frase. Espero la actualización. ¡Un saludo! No está hablándole a ella. Puede que yo presente más interés, no puede que usted presente más interés. No sé si me explico. Es como... "Puede que mañana me interese más forzarte a responder las dudas que tu presencia me hace plantearme". No sé explicarme mejor. El caso es que no está tratándola de usted, solo hablando en primera persona.
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Ichiinou |
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Publicado: 26/Ago/2013, 14:57 |
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Registrado: 27/Mar/2013, 22:27 Ubicación: Pontevedra
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Reminiscence. escribió: No está hablándole a ella. Puede que yo presente más interés, no puede que usted presente más interés. No sé si me explico. Es como... "Puede que mañana me interese más forzarte a responder las dudas que tu presencia me hace plantearme". No sé explicarme mejor. El caso es que no está tratándola de usted, solo hablando en primera persona.
Entiendo lo que quieres decir una vez explicado, pero creo que esa frase es un poco confusa, porque no da a entender justamente eso que estás explicando, a mi parecer.
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Fernan |
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Publicado: 26/Ago/2013, 16:16 |
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El humorístico y vago del pueblo. |
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Registrado: 02/Ago/2010, 15:04 Ubicación: Esperándote en la cama.
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Asdf, se me había pasado por completo tu relato lol Ichiinou escribió: Eso sí, he encontrado un fallito: Reminiscence. escribió: Sea como sea, cuando salga el sol puede que presente más interés en contestar a mis preguntas, y me parece que eres la única persona en todo el castillo capaz de responderlas. Le dije lo mismo por Skype xDDDD. Me lees la mente En cuanto al capi... YES! ¡Sabemos el nombre de alguien! Espera que voy a por unos fuegos artificiales para celebrarlo (?). Hablando más seriamente, de toda esa conversación se aprende como es Svend, su personalidad y la forma que tiene de actuar. Pero ahora se ha vuelto a quedar sola, aunque me intriga cuando se volverá a encontrar con Svend y sobre todo en que situación, si estará en algún problema o no. Y por último: Reminiscence. escribió: Allí los veranos incendian lo que templan los inviernos. Diosh, no hago nada más que encontrar cosas como ésta a lo largo de tus actus, y es tan genial, tan sencillo y a la vez tan complejo... Es genial ¡Sigue pronto!
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Renaissance |
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Publicado: 27/Ago/2013, 21:09 |
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Registrado: 20/Feb/2010, 16:57
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Enya Bareil era una mujer muy hermosa. El pelo castaño y lacio le caía hasta casi la cintura, y sus ojos imitaban los tonos de la miel. No había noble en los doce grandes castillos de las tierras humanas que no hubiese alguna vez escuchado aquel nombre, relacionado, por lo bello de la fémina a la que se refería, con la esencia de la sensualidad misma. Era la bisnieta del que en su día había gobernado uno de los rincones más occidentales de todo el reino de los hombres, ya desde joven elegida para ser importante. Su padre llevaba todas las tierras de la familia de los Bareil, siendo por ello tan poderoso como lo era el barón Gresc allí, y ese era el motivo por el que ambos habían sido invitados al baile de máscaras anual que celebraba el noble, al igual que el año anterior, y el anterior más. La presencia de la más joven de los Bareil suponía, además de un innegable signo de distinción, un ápice seductor que desde su llegada parecía latir en el castillo. La madrugada estaba a punto de dar paso a los primeros rayos de sol, y Enya descansaba envuelta en sus sábanas de fina seda, parte de aquella habitación que le habían asignado; habitación que, ciertamente, despreciaba por no considerar lo suficientemente buena para ella. Había alguien en el marco de la puerta, apenas una sombra. Si Enya hubiese estado despierta le habría resultado indescriptiblemente difícil siquiera vislumbrarla, solo se habría sentido presa de ese frío miedo a la oscuridad que aparece a veces, aun cuando has vivido tantos años como para saber que la noche no esconde más terror que la luz del día. Pero no estaba despierta en absoluto. Su sueño era tranquilo y profundo; su respiración, regular. Parecía beber de la paz misma mientras su tripa subía y bajaba alternativamente, imbuida en la calma de la seguridad. La joven que la observaba, de pie frente a ella, no compartía aquello ni siquiera cuando los brazos de Morfeo se la llevaban consigo: vivía en eterna tensión, en esa cautela que parecía ir a perseguirla hasta más allá de la muerte. Nunca había matado a nadie. Conocía los cuerpos de los hombres con exactitud, sabía cómo hacerlo, en qué puntos un corte resultaría efímero o letal, qué lugares supondrían un adiós instantáneo o cuáles llevarían a un gran dolor difícilmente reversible. Recordó aquella vez que dos muchachos habían discutido en la taberna del pueblo hasta acabar en el suelo, cerca de sus escondites de oscuridad, y recordó también la forma en la que había arqueado las cejas al ver la sangre salir de la cáscara que suponía para ella la fragilidad de su piel. La tez de los nobles se veía tan pálida como la sonrisa de la luna menguante, y sus venas portaban un latir uniforme y rítmico, marcándose en un azul suave bajo aquella capa de debilidad. La muchacha observó cómo aquella mujer descansaba en silencio, contemplándola con un tenue brillo de ternura lastimera, como entristecida por su destino de heridas y sal. Un fugaz recuerdo resplandeció en sus iris, y supo que, como siempre lo había hecho, de sus decisiones dependía su vida. Y en aquel momento lo único que había que elegir era si la suya tenía para ella más importancia que la de aquella desconocida de pómulos suaves. El frío de la hoja se hundió certero en su carne noble, sentenciando con la velocidad con la que bailan muerte y destino el final de la paz en su respirar.
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