¡Holaaaaa!Este es un relato corto que escribí hace relativamente poco, espero que sea de vuestro agrado.
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Abandonado.Ya había salido el sol cuando la pequeña Mery estaba corriendo por el pasillo en dirección al cuarto de sus padres, con su mejor amigo en brazos: Parches, un oso algo deteriorado por los bruscos juegos de Mery; pero su mal físico no hacía que Mery le dejase de apreciar y de querer. La muchacha, tropezó, cayendo al suelo, pero, rápidamente, se incorporó, volviendo a su carrera de nuevo. La pequeña abrió la puerta de la habitación de sus padres, y saltó a su cama, como siempre hacía, sin soltar a Parches.
-¡Mamá, papá, despertad, ya es de día!-Exclamó, brincando sobre la cama de sus padres- ¡Hoy sale, hoy sale!-Gritó, ilusionada, ya que en ese día, salía un nuevo juguete: un peluche que podía “hablar”, o mejor dicho: decir unas cuantas palabras. Pero, como Mery aún era pequeña, no alcanzaba los ocho años todavía, le hacía mucha ilusión tener un juguete así.
-Cariño, tranquilízate, las tiendas aún no han abierto, apenas son las nueve de la mañana. -Comentó la madre, con la voz algo ronca.- Además tenemos que desayunar aún... A ver qué puedo preparar...-Murmuró, a la par que bostezaba.
-¡P-Pero tenemos que estar allí antes que nadie, o me quedaré sin Mimitos!-Exclamó nuevamente, haciendo pucheros.
-Mery, Mery, para el carro.-Bisbiseó el padre- Tu madre te ha dicho que aún hay tiempo, además, hay muchos de esos peluches, de esos “Mimitos”.-Dijo, entonando la palabra “Mimitos”- No sé para qué quieres otro peluche... Teniendo a Parches.
-¡Pero Parches no puede hablar, y Mimitos sí!-Gritó, frustrada. Se podía ver el mal carácter que tenía la pequeña cuando se le llevaba la contraria.
-¡No grites, Mery!-Exclamó la madre- Tu padre tiene razón, ya tienes a Parches, habéis vivido muchos momento agradables, y si te compramos otro peluche seguramente Parches se ponga triste.
-¡Parches es un tonto peluche, ya me he aburrido de él!-Chilló, tirando a Parches al suelo-
-¡Mery!-Bramó la madre- No trates a Parches así, después de todo es tu mejor amigo.
-¡Pues ya no los es!-Voceó, levantándose de la cama, para luego darle una patada al peluche que yacía en el suelo- ¡Tonto!
-¡Mery, basta ya!-Chilló la madre, ya fuera de sus casillas.-Si sigues así Parches se pondrá triste.
-¡Los peluches no tienen vida!-Gritó la pequeña, haciéndole una burla a la madre.
El padre, furioso, se levantó bruscamente de la cama, cogiendo a Mery del brazo y dándole una cachetada en el culo.-¡Fuera de aquí!-Exclamó. Mery se puso a llorar, y salió corriendo de la habitación. -¡Os odio!-Chilló, aunque mucho no se podía entender, ya que los llanos dificultaban la pronunciación de la pequeña. Los padres cerraron la puerta, para volver a dormir, o intentarlo por lo menos, porque, por culpa del escándalo de Mery, habían perdido las ganas de dormir.
Pasadas unas horas, Mery seguía llorando, la madre, preocupada, entró al cuarto de esta. -Cariño, ¿estás bien?-Preguntó, acercándose a la niña- Tienes que entender que con ese tipo de comportamiento no vas a conseguir nada, igualmente has de entender que hay niños que sus padres no les pueden comprar todo lo que ellos quieran, debido a su escasa economía.-Mery se limitó a mirar, aún llorando.-
-¡Pero yo quiero ese peluuuuuche!-Voceó, haciendo que los mocos salgan por su pequeña nariz.
-Bueno, si tanto lo quieres, ¿por qué no vas a pedirle perdón a tu padre? A lo mejor así te lo compra. -Sugirió la madre, sonriente-
-B-B-B-Bueno... -Sollozó- Lo haré...-Murmuró, dirigiéndose a la puerta, para luego bajar las escaleras de caracol, buscó a su padre por la planta baja, y lo encontró en el salón, leyendo un periódico, mientras que sujetaba una taza, quizás de café, con la mano libre.
-P-Papá... -Susurró, algo aterrorizada- L-Lo siento... Siento lo de antes...
El padre dejó el periódico y la taza sobre una mesa baja que había delante de él.
-Bueno, cariño, puedo entender que estás ilusionada por tener un juéguete, pero tampoco hacía falta ponerse así. Lo hablé con tu madre, y decidimos comprártelo, pero solo porque eres una de las alumnas más aplicadas de tu clase.
Los azulados ojos de Mery se iluminaron. La muchacha no pudo contenerse, y se lanzó sobre los brazos de su padre.
-¡Gracias, gracias, gracias!-Exclamó, risueña.
El padre correspondió al abrazo, sonriendo. -De nada mi vida. Después de comer iremos al centro comercial y compraremos ese “Mimitos”.
Después de la hora de comer, Mery y sus padres fueron a comprar el tan deseado peluche. La familia llegó a casa, con el maletero lleno de bolsas de diferentes tiendas. Mery, salió del coche, con su nuevo peluche en brazos, y con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Te quiero, Mimitos!-Exclamó, abrazando fuertemente al peluche.
-Vamos cariño, -dijo la madre, acariciando la cabeza de su hija, y despeinando sus rubio cabello- ayúdanos a meter estas bolsas en casa.
Mery ayudó a sus padres, como su madre le había pedido, luego, se fue a su habitación, para jugar con Mimitos hasta la hora de cenar. Después de la cena se fue a dormir, abrazando a su nuevo compañero.
-Te quiero, Mimitos... -Susurró, quedándose dormida.
El día de la pequeña había sido un día lleno de ilusiones, riñas y felicidad, por lo que se había quedado frita en nada.
Parches se encontraba en la estantería del cuarto de Mery, al parecer su madre le había dejado allí. Sigiloso, se bajó de la estantería, para después salir por la ventana, antes de saltar, miró por última vez a Mery, triste, se lanzó por la ventana.
El peluche caminó y caminó, hasta llegar a un cubo de basura, sentándose cerca de este. Para su mala suerte, comenzó a llover, haciendo que su relleno se mojase. Pero eso ya no le importaba a Parches, de echo, nada le importaba ya, porque se sentía defraudado, abandonado, triste...
El peluche se quedó dormido, aunque la expresión de su rostro no había cambiado.
El reloj de la cuidad marcó las doce de la noche, y entonces, un pequeño coche, que parecía uno de esos coches teledirigidos de las tiendas de juguetes, paró enfrente de Parches, haciendo que este se despertase, sobresaltado, ya que el conductor se le había quedado mirando.
-¿Vas a subir o qué? No tengo toda la noche. -Dijo, a la par que señalaba su reloj.
-¿Ir a dónde? Ya no tengo a donde ir... Me han abandonado, olvidado, sustituido...
-¡Por eso estoy aquí, pedazo de alga! Te llevaré a tu nuevo hogar.
-¿Nuevo hogar? No quiero de eso...
-¿Por qué? Te va a encantar, hay un montón de tiendas, gente amable y unos riquísimos helados... -Dijo, mientras un poco de baba se le escapaba, por el recoveco de la boca, al pensar en helados- ¿Entonces subes o te quedas aquí esperando a descomponerte?
-Bueno... Tampoco pasará nada, ya estoy acostumbrado a que me hieran... -Sonrió, triste- ¿Queda muy lejos, aquel lugar tan “maravilloso”?-Entonó la palabra “maravilloso” con un tono desganado y algo irónico.
-No, solo tenemos que pasar un túnel, en un abrir y cerrar de ojos, estarás en tu nuevo hogar.-Dijo el conductor, sonriendo- Anda, sube, pedazo de pulpo.
Parches obedeció, subiendo al taxi.
-V-Vaya... Que olor tan peculiar... -Comentó, poniendo una pata sobre su nariz, o lo que quedaba de ella.
-Je, je, je, esto es lo que pasa cuando se está horas encerrado aquí. Anda, agárrate, marinero.-La rana pisó el acelerador, haciendo que el coche se moviese muy rápido.
-¡M-Me voy a marear! -Exclamó Parches, sujetándose al sillón delantero-
-Pues ahora verás, marinero, je, je, je. -Rió el conductor, a la vez que apretaba una especie de botón, el cual hizo que delante del coche apareciese un túnel. Se adentraron dentro.
-¿Q-Qué?
-Magia, pulpo, magia-Carcajeó la rana.
Al cabo de un rato, se podía ver una intensa luz al final del túnel.
-Ya casi estamos, marinero.
El taxi salió del túnel, ya se podía apreciar el bonito paisaje, un precioso mar de aguas cristalinas, la frondosa vegetación... A medida que se adentraban, se podía ver distintos árboles frútales; manzanos, cerezos, naranjos... Además de arbustos con distintas flores. A lo lejos, se podía ver los techos de los edificios.
-¿D-Dónde estamos...?-Murmuró Parches, anonadado por el precioso paisaje.- Esto es el cielo... -Susurró-
-Estamos en tu nuevo hogar: Blueberi, uno de los pueblos del gran mundo de Animal Crossing. Ya verás, te va a encantar.
Y le encantó, Parches se acostumbró rápidamente a su nuevo hogar, aprendió las costumbres de Blueberi, hizo muchos amigos y hasta compró su propia casa.
Todo le iba bien, por lo menos de día, ya que cada noche, desde que llegó, lloraba antes de dormirse, por haber sido abandonado, olvidado, por la única persona que más le importaba: Mery.
Fin.
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