Prólogo

Toda historia tiene un principio, sin embargo, nunca sabré cuando empezó esta. No tiene ni principio ni fin. Es algo raro de explicar, el cual solo puede conocerse sabiendo los hechos que voy a relatar. Agarraré un punto en el tiempo, y partir de ahí, narraré la mejor historia que puedas conocer. Una historia llena de vida, llena de muerte, oscuridad. Pero siempre hay un rayo de luz, por muy leve que sea, que te llena el alma de esperanza y seguridad. Intentaré ser lo más claro que pueda, todo detalle cuenta aquí hasta el más mínimo. Una historia donde está involucrada muchísima gente, gente que conocí, conozco y espero conocer. Tanta gente, que, aunque no la creas, todas ellas, son importantes, en cada uno de los sentidos, todos tienen algo que les hace importantes. ¿Y quien soy yo?, te preguntarás. Una de esas personas, la conocedora de todo. Desde su creación hasta su muerte. Puedo darte la vida o el fin, depende de ti, pero ten cuidado, no quieras caer en mis manos. Hechas las presentaciones, empezaré relatando todo esto, centrándonos en un remoto lugar más allá del conocimiento humano. Un sitio abandonado hace muchísimo, acosado por las sombras. Un lugar gobernado por una gran luna brillando en todo lo alto, algunos lo conocen como 'La Biblioteca', pero dados los acontecimientos que voy a relatar, me referiré a dicho lugar como 'El bosque de los muertos.' Empecemos.

Fin

CAPÍTULOS

Prólogo
Tiempo parado
Estatuas de ángel

Capítulo 1

Tiempo parado.

Parte I


Reino Unido. Año 1854. 23 de abril.

En una oscura noche, donde reinaba el silencio, en un pequeño rincón de una estrecha calle de la vieja ciudad de Londres, alguien dejó atrás una cesta con un bebé recién nacido, con la esperanza de que alguien con suerte lo encontrara y pudiera cuidar de él. Un ser imposible que rompió dicho silencio con sus llantos en mitad de la noche. Horas más tarde, una joven mujer volvía a su casa con su marido, entristecidos por que ella no podía tener hijos. Entre aquellas calles, escucharon sus llantos. Era un bebé. Lo que ellos siempre desearon. Siguieron el sonido y encontraron su origen, escondido en la oscuridad. La joven pareja se quedó mirando al recién nacido, y no dudaron en llevárselo a casa, para poder cuidarlo.

10 años más tarde.

Sonaba el reloj en una lujosa habitación en una finca de la ciudad. Tick, tack. Una pequeña niña dormir en la cama, cuando, se desveló e inmediatamente dirigió la mirada hacia el viejo reloj dorado que alguien le regaló por su quinto aniversario. La pequeña volvió a dormirse en su cama mientra abrazaba un osito de peluche.

7 años más tarde.

Tick, tack. El reloj seguía marcando la hora, y despertaba a la pequeña, que ahora se había convertido en una preciosa dama. Siempre a la misma hora, casi al empezar el alba. 5:02 am. La hora del reloj. La hora en la que ella siempre se despertaba con dolores de cabeza y pérdida de memoria. Pasaba el tiempo. Tick Tack.
Y se repetía noche tras noche, a la misma hora, el reloj sonaba. 5:02 am. Pero esta vez no la despertó el reloj, si no otra cosa.

- Dime, ¿qué sucede con ese reloj?

Una extraña figura, de forma humana al parecer, podía verse entre la oscuridad de la habitación. La chica, asustada respondió con miedo, siendo clara.

- ¿Q-quien eres?
Eso no importa ahora mismo, solo dime, ¿que te pasa con el reloj? - Contestó la figura, con una voz grave, típica de un chico adolescente.

La joven tragó saliva y decidió responder. El reloj seguía sonando. Tick Tack.

- Es el reloj que recibí como regalo de aniversario, señor, me despierta todas las noches a la misma hora. Mamá dice que no debo preocuparme, pero yo creo que son fantasmas...
- Interesante... - Dijo el chico aclarándose la voz. Se dirigió al interruptor y encendió la luz. Buscó con la mirada dicho reloj y se acercó a el. La joven le observaba desde la cama, siguiendo sus movimientos. El chico se acercó al reloj y lo observó atentamente. - El cristal está roto, mi lady.
- Si, lo se, se me rompió cuando era muy pequeña, jugaba con él y se cayó Dejó de funcionar, pero no lo tiré, es muy bonito... - Respondió la joven chica.-
- Así que dejó de funcionar, ¿eh? - El joven le dio dos golpecitos al cristal con el dedo.-

Seguidamente, el chico se incorporó. Tick tack. El reloj sonaba. Se dirigió hacia la cama, donde la chica dormía todas las noches. Se sentó a su lado y preguntó.

- Dime, hm... -Quiso preguntar su nombre y le indicó que lo dijera.-
- Anne. -Respondió la joven.-
- Dime, Anne, dijiste que el reloj te despierta todas las noches a la misma hora, ¿cierto? -Preguntó-
- Así es señor, todas las noches a la misma hora. -Dirigió su mirada a la del joven.-
- Tambíen dijiste que se rompió y dejó de funcionar hace mucho tiempo...
- Si, exacto, ¿que sucede? - Dijo la chica un poco preocupada por la situación.

Tick tack. Tick tack.

- Dime, Anne, ¿hay más relojes en esta habitación? - Preguntó por curiosidad.-
- No, solo ese, el de oro, ¿por que tanta curiosidad.? -La chica empezaba a estar asustada-
- Ahora dime, Anne, si solo hay un reloj en la habitación, y no funciona... ¿que te despierta por la noche..? -Dijo el joven dejándola confusa.-

Anne se quedó sorprendida y sin saber que decir. Asustada. No sabía como reaccionar. Tenía mucho miedo, ¿qué la despertaba? Era lo único que había en su mente. El joven dirigió su mirada hacia el reloj. En ese momento, dicho reloj empezó a brillar. Una luz azul.

- ¿Pero qué? - Dijeron los dos a la vez, asustados y sorprendidos.

Al instante, sonó una voz, 'Estado completo.' y el reloj lanzó un rayo con dicha luz hacia la joven, dejándola inconsciente. La luz se apagó y dejó todo a oscuras. El joven encendió la luz de nuevo, pero a su sorpresa, Anne ya no seguía en la cama, junto a él. Se estaba repitiendo de nuevo. Estaba él solo en la habitación, parado, sin saber que hacer. En total silencio. Pero no había acabado.

Tick, tack.

Fín.

Capítulo 1

Tiempo parado

Parte II

Tick, tack, hace el reloj. Tick. Tack. Lentamente en una pequeña habitación. Repleta de silencio y oscuridad. El joven estaba callado, parado en medio del cuarto. Suspiró. ¿Qué podía hacer? Hacía tanto tiempo que no veía algo parecido, que lo echaba de menos. Metió su mano en el bolsillo con la esperanza de encontrar lo que necesitaba. Una llave, una pequeña llave que abría la cosa más grande que podía existir. Un viejo diario. Tan azul y tan antiguo. Encontrado hace más de cien años en el sótano de una lujosa mansión más allá del rio Támesi. Había leído algo parecido ahí, hace mucho tiempo. Había leído tantas cosas, que dejó de hacerlo. Él sabía que era eso, y sabía a quien pertenecía originalmente. Oh, la pequeña canción, la echaba de menos. Hacía tanto tiempo que no sabía de ella. Era extraño, por que realmente, ¿quien era su canción? No la conocía, ni sabía su verdadero nombre, solo 'canción', era algo que le intrigaba desde que tuvo en su poder aquel misterioso diario que narraba fantásticas aventuras, fantásticas al parecer, pero sabemos que no, que es todo real, nada ficticio. Todo existe. Todo muere. Ella murió en un lugar grande y sabio. Un lugar muerto. Lleno de sombras. Donde reinaba una gran luz blanca en lo alto. El joven buscaba ese lugar en la vieja ciudad de Londres, pero estaba claro, que no se ubicaba allí. ¿Dónde? Quizá un día se descubra todo el mal que se produzco en ese lugar. El silencio empezaba de nuevo. Pero cuando estas solo, el silencio es todo lo que necesitas.
El chico salió por la ventana dando un gran salto hacia la calle. Aterrizó fácilmente en la acerca de aquella sucia calle, que desentonaba bastante con el lujo de las mansiones que reinaban aquel lugar. Se posicionó. Espalda recta. Hombros bien colocados. Empezó a andar. Le perturbaba aquello que había presenciado. ¿Cómo era posible que un reloj, que no funcionara, manifestara eso? ¿Fantasmas? Podía ser, pero, visto lo visto, podía ser otra cosa.
Un hombre joven, pasó por su lado, a toda prisa, parecía muy preocupado. Tenia el pelo castaño, deshecho. Vestía con un traje azul y una corbata roja, no muy llamativa. Pudo observar una camisa blanca y unos zapatos que combinaban con dicha corbata. Sería un loco pensó el chico. Puede que fuera borracho o cualquier cosa. Llegaría tarde a casa. Quien sabe, tantas cosas, pero, le sonaba, e había visto antes. En otro lugar. El chico se quedó pensativo unos segundos, pero no le prestó más tiempo al asunto y siguió andando.
Pasaron los días y el joven siguió su vida, preocupado por la pequeña Anne, ¿donde estaba? Toda la ciudad preguntaba por la dama. Nadie sabía como desapareció, excepto el joven. Que fue testigo de todo aquello. Pero, había un detalle que pasó de lado, no se dio cuenta hasta ese momento. Aquel reloj, tenía algo escrito, algo en un viejo lenguaje. Algo en latín puede, no lo recordaba. Solo sabía que era importante, y decidió volver esa misma noche.
Murió el sol y nació la luna. El joven se dirigió hacia la casa de Anne. Llegó a la ventana de la dama, la que daba a su habitación, que había estado cerrado desde su desaparición. Trepó por la pared hasta agarrarse en el borde de la ventana, consiguiendo entrar dentro. A su suerte la ventana estaba abierta. Entró. Luces apagadas. Total silencio. Estaba inmóvil ahí entro y buscó el reloj. Se acordaba perfectamente de su ubicación. Una vez enfrente suya, lo agarró con las manos y buscó una luz para alumbrarse, pero, la luz, se encendió sola, dándole un sobresalto a nuestro protagonista.
Se giró y vio a alguien junto a el. Un hombre joven. El mismo hombre que vio aquel día. Exactamente igual vestido, mismo pelo, como si ningún segundo hubiera pasado sobre el. Idéntico. Los dos chicos se quedaron mirándose fijamente, a los ojos. Uno enfrente del otro. Aquel hombre era un poco más alto que el joven, no mucho, pero se notaba la diferencia.
El hombre agarró de la mano de una forma fuerte al joven, con total confianza, nuestro protagonista seguía con el reloj en sus manos y observó que el otro chico estaba bastante nervioso, pero a la misma vez, seguro de lo que hacia. La habitación estaba patas arriba como pudo darse cuenta. Parecía otra estancia de la casa, solo seguía en el mismo lugar un retrato de la pequeña Anne. Tick Tack. El viejo reloj de oro volvió sonar. Todo ocurrió en aquel silencio. Tick tack. Nuestro joven dejó caer dicho objeto al suelo, aterrorizado. Seguidamente, el hombre, le apretó la mano y solo dijo una simple palabra 'Corre'.
Los dos corrieron hacia fuera de la mansión, cómo si les fuera la vida en ello. Siguieron corriendo por la calle y algo cómo en las películas. Silencio. Algo lo rompió. ¿Que hacía aquél hombre en la casa? Ahora lo descubriría. La mansión entera explotó. Caían cenizas, pero era tan hermoso. Los dos corriendo por la calle, apunto de haver muerto en la habitación de la pequeña Anne. Corrieron juntos hasta llegar a una cabina de policía. Una cabina vieja y azul. Una cabina que el joven reconocía. La cabina del diario. Y esto significaba una cosa, iba a empezar algo maravilloso en su vida. Y conoció al hombre que le visitaba en sueños. El hombre inmortal.
Esta es la historia de nuestro joven, y así es cómo empezó.

Fin

Capítulo II

Estatuas de ángel

Parte I


Nueva York. 16 de agosto de 2012.

Un joven rubio caminaba por las transitadas calles de la ciudad. Un poco rápido debido a las prisas que tenía dadas a una carta que recibió aquella mañana. 'Museo Guggenheim. 5:02 pm. Urgente.' Sin remitente, algo extraño. Tomó la segunda calle a la derecha y siguió recto. Pensó en tomar un taxi, pero prefería ir andando. Amaba observar a los habitantes de la metrópoli hacer sus vida. Día a día. Sin preocupación alguna, aunque no sabían su fatal destino.
Se sentó en un banco, estaba realmente cansado por el paseo que estaba dando. Respiró hondo y volvió a sacar la nota. La miró fijamente durante unos segundos, reconocía la letra, pero no recordaba el autor, clara y simple, echa a trazo no muy forzado y de forma rápida, puede que fuera urgente de verdad. No temía que fuera una trampa u engaño, estaba decidido a acudir a dicha cita en aquel importante lugar de Nueva York.
Seguía sentado en un banco de Central Park, muy próximo al museo. Estaba cómodo aquel sitio, era como si algo importante hubiese ocurrido allí, una triste despedida en la cual él estaba presente, pero nunca había estado allí, en ese punto exactamente. Se quedó pensativo un rato, mirando al horizonte. Una chica pelirroja le vino a la mente. Extranjera, no nació allí. Escocesa, podía ser. Realmente guapa con un bello nombre de fantasía. ¿Quien podía ser? La conocía, vivió con ella en un pequeño pueblo británico, en el norte, en una casa con una puerta azul, durante mucho tiempo, esperando a alguien realmente importante. Volvió en si. Él nunca salió de su querida ciudad, ¿a que se debían todos estos pensamientos? Era algo real y lo había vivido, pero, era falso. Imposible, pero, tan real.
A su lado se sentó un hombre joven. Vestía una chaqueta marrón y una bonita pajarita. Pelo castaño y una gran barbilla. Nuestro joven giró la cabeza hacia aquel chico y se le quedó mirando. El hombre hizo lo mismo y le sonrió, trasmitiendo mucha confianza y esperanza. Sacó un libro y empezó a leer. El joven intentó mirar el título por el rabillo del ojo, sin que se diera cuenta. 'El verano cae' de A. Williams. Nunca oyó hablar de el, pero parecía bastante antiguo. En la portada se podía apreciar una pequeña niña pelirroja con dos niños, un rubio y otro castaño de fondo. No le prestó más atención y miró su reloj. 5:00 pm. Dos minutos para el encuentro. El joven se levantó del banco, se despidió de aquel hombre y se dirigió a su destino.
Llegó muy exactamente a las 5:02 pm. No había nadie. Todo cerrado. Perfecto. ¿Cómo debía de entrar? Se quedó enfrente de la puerta principal, presidida por dos estatuas de piedra. Ángeles. No los recordaba ahí, será nueva decoración, daban un poco de miedo, pero estaban tan bien hechos, que parecían vivos. Eran realmente hermosos. Dejó de mirarlos y volvió a consultar la hora, seguía siendo la misma hora, algo bastante extraño. Se sentó en las escaleras de dicho museo y esperó. Seguía sin aparecer nadie, era extraño, como si el tiempo no pasara. Consultó por última vez el reloj. 5:02 pm. Se levantó frustrado y giró hacía la entrada. No se había fijado que en la mano de una de las estatuas colgaba una llave. ¿Una llave? ¿Y si es la de la puerta del museo? Pensó. Se acerco hasta dicha estatua y la miró fijamente a los ojos. Una mirada perdida y asesina. No podía dejar de observarla. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y agarró la llave rápidamente.
Se dirigió hacia la entrada. Colocó la llave en la cerradura y abrió. ¿Quien dejaría la llave allí? Eso no le preocupó en absoluto. Se adentró en el museo, con confianza y sin miedo.
El reloj de la entrada seguía marcando las 5:02 pm del mismo día. Tick tack, el tiempo está parado y el silencio se apoderó del momento.

Fin.