Camino deprisa, acelerando el paso al mismo ritmo al que se aceleran mis latidos. No puedo reprimir mi sonrisa al verte al final de la calle, exultante. He recorrido mil desiertos para descubrir el oasis que me ofrece tu presencia desde la esquina; estaba sedienta, exhausta y desamparada pero vislumbro la salvación justo cuando te alcanzo y siento que ya nada puede contra mí.
Me concentro en la textura y forma de tu piel cuando mi mano se sostiene en tu cuello, dibujando la forma de tu mandíbula con la palma y enredando mis dedos en tu pelo. Es en ese instante cuando apenas nos separan unos milímetros, nuestros cuerpos se rozan y yo solo deseo acortar tanto las distancias que pueda fundirme contigo.
Me miras fijamente y nuestros labios se encuentran, como si todo lo que hubieran vivido hasta ese momento, como si todas las palabras, los gestos y las sonrisas, como si todos los movimientos que han hecho solo hubieran sido una preparación para ese beso, ese único instante en que tu boca calma mi sed, mi ansiedad, mis miedos y mis derrotas. Y es entonces cuando empiezo a volar.
Tu sabor es suave y cálido y yo siento que estoy hecha para ese momento, lo sé porque cada una de las células que compone mi cuerpo te reconoce; despiertan al contacto contigo, se estremecen, palpitan e inician la danza de la vida.

Mis manos juegan a encontrarte, a buscar en tu cuerpo el interruptor que te activa, que provoca en ti esa mirada pícara que me dedicas y que funde mis sentidos. Estamos juntos, vivos, rebosantes de una energía mutua que nos impulsa: a mí a seguirte dondequiera que vayas, a ti a guiar mis pasos de camino a la felicidad.
Cada vez que respiro recuerdo el sabor de tu aliento mezclándose con el mío, el calor que emanan tus labios entreabiertos dejando escapar los suspiros del placer que inventamos; y vuelven a entrarme ganas de besarte, de vivir para siempre enredada en los torbellinos que provocan nuestras bocas al rozarse.
Sostienes mi mano y cuando enlazamos nuestros dedos noto en mi piel cada uno de los puntos de contacto, tu pulgar acariciando el dorso de mi mano, las líneas de tu piel encajando con las de la mía, las yemas de tus dedos ejerciendo la presión exacta que me sostiene atada a ti. Produce todo siempre la misma sensación, como aquella primera vez que nuestras manos encajaron juntas y sentí recorrer por mi cuerpo la magia chispeante que nutre la sangre de mis venas.
Y no hay otro lugar en el que quiera estar, ningún otro momento, con nadie más. La calle desaparece y las piedras, los edificios y los coches se convierten en un río de sensaciones por el que navego y me dejo llevar. Mis cinco sentidos se concentran en ti y absolutamente todo lo demás deja de importar.
Apartas la vista del camino para mirarme y me ilumina el rostro la luz que sale de tus ojos. El poder de tu mirada me posee, capaz de alzarme a centímetros por encima del suelo y anular mi voluntad, solo si mi voluntad no fuera vivir para siempre ese momento, detenida en el tiempo, pero envuelta en el frágil papel de regalo que dibujan tus manos sobre mi piel cuando me acaricias.

Cada poro de mi piel tiene algo que contarte y me impulsan a acercarme a ti, para respirar en tu boca los secretos que guarda mi cuerpo y que en cada susurro se te escape un suspiro. Sostienes con fuerza mis caderas dictando mis movimientos, impulsándome a unirme a ti en una danza hipnótica en la que tus ojos me prenden, tu respiración me aconseja y nuestros cuerpos palpitan al unísono.
Me completas en ese instante, las piezas encajan a la perfección y encuentro la parte de mí que faltaba para que todo tuviera sentido. De repente, toda la lógica que compone el universo se conecta en el latir de mis sentimientos y se cierra el círculo. La vida es hermosa, es el momento más bello, contenido en el preciso espacio y tiempo en que me encuentro, conectada a ti, por la inquebrantable unión que acompasa nuestros suspiros.
Complacidos, exuberantes, agotados y satisfechos nos dejamos caer, piel contra piel, arropados por el calor que respiran nuestros cuerpos. Concentro mi atención en la forma de tu espalda contra mi cara, en cómo las formas parecen fabricadas a la medida perfecta para evocar mi ensoñación. Noto como se relajan tus músculos y se regula tu respiración, y sin perder el agarre de nuestras manos me va venciendo el sueño.

Si existe la magia la encontré. Vive meciéndose tranquilamente en la curva que dibujan tus párpados cuando estás a punto de despertar, cuando aún no has terminado de abrir los ojos y ya se forman las palabras en tu mente, cuando ya tus labios comienzan a moverse y entonces sucede: un brillo de luna, profundo y rutilante, en contraste con la insondable oscuridad de tus pupilas, ilumina por completo el espacio cuando me miras y un tímido susurro, melódico y armonioso, llega hasta mis oídos rozando el aire que nos separa. Yo también te amo, jamás imaginé que pudiera amarse tanto.