El sótano desordenado en el que estaba ahora no es más que simple polvo y piedras. El espejo deja de brillar con ese azul intenso y aunque intento regresar veo que ya es tarde para hacer nada, el cristal está sólido. Aunque no he salido del sótano en ningún momento me encuentro debajo de una capa de nubes grises, casi negras. A mi alrededor no veo más que cenizas y escombros. Ya no hay nada del segundo piso en el que vivíamos ni restos del parque de enfrente, ya no queda nada de dónde me encontraba.

Debo de haberme vuelto loco, ¿cómo puede ser posible? Sólo miraba el extraño brillo de aquel espejo que teníamos en el fondo del sótano cubierto por un sucio mantel marrón y de repente… todo se esfumó. Intento hacer que el espejo vuelva a brillar colocando el mantel y quitándolo otra vez, pero no ocurre nada. ¿Y ahora qué? Ni siquiera sé si esto está sucediendo de verdad o es solo un sueño, pero con un pellizo compruebo que es real. Muy real

Empiezo a ponerme nervioso, no veo nada para orientarme. Parece que estoy en la misma ciudad pero esta está destrozada, siempre veo lo mismo: nubes negras, escombros y ceniza. Salgo del sótano, si es que aún se le puede llamar así, y voy en busca de algo, cualquier cosa que me dé una pista. La cafetería de la esquina está destrozada pero veo el gran logo entre las piedras del suelo. Yo solía ir con mis padres los domingos a esa cafetería ya que viven a dos manzanas de nosotros, así que podíamos quedar. De hecho, debería ir a ver si su casa sigue en pie.

Me abro paso entre calles levantadas y grietas hasta que llego hasta ahí La señal donde pone “Crow Avenue” está en el suelo doblada y la casa número seis está hecha trizas. No queda nada ni nadie. ¿Qué pudo haber ocurrido? Sigo sin entender como en un espacio tan corto de tiempo ha sucedido todo esto. Me tiemblan las manos, esto no puede estar pasando. Intento sacar el móvil como puedo sin que se me caiga, apenas hay señal. Desesperado, busco en la agenda su nombre, Elizabeth.

Pero la lista está vacía.

La historia me encanta y la forma de contarla tiene mucha chispa y es tan ligera que se traga sin darse uno siquiera cuenta. Además es clara y suspicaz, y comienza ya con esa ciencia inexacta capaz de hacer que cualquiera desee seguir leyendo, por lo que la trama pinta realmente bien.
Lo único son las palabras repetidas que salpican todo aquí y allá. Cuando escribes con la sencillez de lo comercial no puedes permitirte repetir palabras, pues bailas en el borde de lo correcto para contar una buena historia, y cualquier tropiezo se interpretará como pobreza en la forma de escribir.
Sigue dándole ~

El móvil casi se me resbala de las manos, es como si ni ella ni nadie hubieran existido jamás. Marco su número, escogió uno fácil de recordar. Al llamar aparece un mensaje diciendo que ese número no existe. Quiero pensar que sólo lo he marcado mal, así que llamo dos veces más para asegurarme. Nada.
Llamo a mi madre y sale el mismo mensaje, pierdo toda esperanza. El último número que tecleoes el de mi padre y cuando voy a guardar el móvil se oye alguien tosiendo al otro lado.
— ¿Hola?
— ¿Quién es? — parece su voz pero se nota mucho más ronca de lo que recordaba. Suelto un suspiro de alivio.
— Soy yo, Mike. ¿No reconoces la voz de tu propio hijo?
Hay un gran silencio hasta que oigo un suspiro y la voz cansada sigue hablando
— Eso es imposible. Es cierto que tu voz se parece a la de él pero…
— Papá, soy yo.
Más silencio.
— Ven ahora mismo a la residencia de ancianos que está en el centro.
— ¿Acaso has visto el estado de las calles? ¿Sabes dónde está Elizabeth? ¿Por qué tu casa está destrozada? La mía también lo está.
Entonces cuelga, sin responder.
Guardo el móvil y salgo corriendo al centro de la ciudad. A medida que me acerco los escombros son cada vez menos y empiezo a ver edificios en pie aumentan su número. Veo un montón de rascacielos a lo lejos cubiertos todos de plantas, no recordaba la ciudad tan grande. Parece que esa zona verde es una ciudad entera y no el centro de una. Se podría decir que son hasta varias poblaciones juntas. Al acercarme lo suficiente veo un gran precipicio que separa la gran ciudad con el lugar en el que me encuentro. Mide por lo menos tres metros, aunque un gran salto lo podría cruzar sin problemas.
Prefiero no hacer ninguna locura y busco otro camino pero, ¿dónde puede haber un puente o camino? El precipicio parece rodear toda la edificación y se ve infinito. No hay otra solución. Me alejo del borde y echo a correr en dirección al inmenso hoyo que me separa de ver a mi padre. Al saltar veo que era más largo de lo que creía pero conseguí sujetarme al borde con las dos manos. Miro abajo y no le veo fin a la brecha. Me dispongo a subir y al colocar un pie me resbalo. El móvil sale del agujero del pantalón y se precipita al vacío en una muda caída. Maldigo por lo bajo e intento subir otra vez con un sobreesfuerzo, consiguiéndolo.
Levanto la vista y veo plantas por todos lados, los edificios parecen reflejar el mismo color del cielo. Continuo andando y veo que hay un barullo de gente por todos lados, llevando sus vidas ordinarias ignorando la situación de fuera. Voy pensando cada vez más que esto no está sucediendo en realidad, todo está fuera de lugar para mí, no comprendo nada. Sin embargo los ciudadanos parecen que llevan años viviendo en esta situación, parecen felices con las vidas que llevan, felices con sus móviles nuevos y con sus parejas, parece que han aceptado la situación de afuera.
Parece que han olvidado que cerca de ellos ha desaparecido absolutamente todo.

Me gusta mucho la historia y en general la forma de contarla en cuanto a velocidad (por ahora). Sin embargo, hay algunos detalles que no me gustan nada. Por ejemplo, este párrafo:
Guardo el móvil y salgo corriendo al centro de la ciudad. A medida que me acerco los escombros son cada vez menos y empiezo a ver edificios en pie aumentan su número. Veo un montón de rascacielos a lo lejos cubiertos todos de plantas, no recordaba la ciudad tan grande. Parece que esa zona verde es una ciudad entera y no el centro de una. Se podría decir que son hasta varias poblaciones juntas. Al acercarme lo suficiente veo un gran precipicio que separa la gran ciudad con el lugar en el que me encuentro. Mide por lo menos tres metros, aunque un gran salto lo podría cruzar sin problemas.
La sensación que da es de ir por un camino pedregoso y tropezarse cada pocos segundos. Son frases demasiado precipitadas y breves, todas con una sola pausa o ninguna, cosa solo justificable por momentos tensos o de acción (lo cual no sucede aquí). Debería ser más fluido, pues es una descripción, y que varios de los elementos de los que hables estén enlazados de forma diferente, llegando poco a poco al lector como si lo estuviese viendo por sí mismo. Espero estar explicándome bien. El siguiente párrafo continúa de forma parecida. El problema no es tu léxico, ni tu forma de expresarte, ni lo que cuentas o la forma de contarlo en sí. El problema es que parece que escribes o con miedo o sintiendo muchas cosas injustificadas, y eso descoloca muchísimo. Faltan... enlaces. Piensa en la música, ¿vale? Una pieza llena de notas cortas y silencios crea tensión rápidamente y la hace romperse de forma constante. Eso estás haciendo tú, pero lo que hace sentir no se corresponde con lo que expresan las palabras que usas, que cuentan algo completamente diferente.
Hay algunas cosas mal tecleadas, palabras pegadas y así. Solo ya nunca se acentúa, en ningún caso, y vi que lo hiciste una vez.
Nada más. Me gusta, ya conoces todo lo bueno así que lo obviaré.
Buen suspense al final.

Me abro paso entre la multitud y me doy cuenta de que la gente va con una especie de relojes transparentes con hologramas y vehículos extraños. Todos corren en todas las direcciones con prisa por las calles impolutas y pavimentadas. Choco con varias personas mientras atravieso el gentío y me disculpo, recibiendo a cambio miradas de desprecio. Llego al centro de la ciudad y ahí encuentro la residencia que parece más bien un gran bloque con un patrón de ventanas translúcidas en las paredes. La recordaba más grisácea y vieja, no tan brillante. Me acerco a recepción donde una mujer con una coleta me mira por encima de las gafas.
—¿Puedo ayudarle en algo? –dice con voz monótona, cómo si solo hubiera dicho esa frase desde que nació.
—Vengo a ver a Robert Willow.
—¿De parte de quién? –teclea sobre un holograma con letras y mira hacia una pantalla enorme.
—Su hijo, Mike Willow.
—Vaya al cuarto piso, habitación número treinta y dos.
Con un gesto de la mano me indica el lugar dónde está el ascensor y me apresuro a subir. Recorro el gran pasillo y toco a la puerta de la habitación.
—Si viene a darme la medicación, que sepa que ha llegado algo tarde –grita la voz de mi padre al otro lado de la puerta.
—No vengo a traerte ninguna medicina.
La puerta se abre y veo a un hombre bajito vestido con un jersey y pantalones de pana. En su rostro se nota el paso de los años, tiene más arrugas de las que recordaba, las canas se han extendido por todo el pelo y bigote. Me mira a través de sus gafas redondas analizándome de arriba abajo.
—¿Mike?
—Así me llamasteis.
—No me lo puedo creer –dice, con los ojos llorosos y abrazándome–. ¡No doy crédito! ¿De verdad eres tú? Pensaba que habías muerto, ¿dónde has estado todo este tiempo? –suspira–. Entra, ahí podremos hablar con más tranquilidad.
Ignoro el hecho de que nos vimos hace pocos días y paso a la sala. Entro en una habitación pequeña con una mesa, dos sillas, una butaca, una cama y una televisión. En la mesa hay varios libros y periódicos y las paredes están llenas de dibujos, esquemas y tiras de papel que hablan sobre distintas noticias.
—¿Qué es todo esto?
—Una larga historia. Tú solo siéntate para que hablemos de cosas más importantes e interesantes.
Me siento en una de las sillas metálicas, levanto la vista y veo que el techo también está lleno de notas.
—Bueno hijo, después de todo este tiempo volvemos a vernos. De verdad te digo que te daba por muerto.
Solo han pasado 3 días desde que no nos vemos.
—No exageres tanto. ¿Qué ha pasado en la ciudad? Está toda destrozada.
—Claro que está destrozada, hace años que eso no existe. Hasta tú deberías saber todo eso. Ya sabes, con el tema de la Sangre Negra y demás cosas del gobierno perdimos a tu madre y… ¿No sabes de qué te estoy hablando? Olvidé que acabas de llegar, pero te repito que estas cosas las sabe ya todo el mundo.
No entiendo nada de lo que me dice, ¿la Sangre Negra? ¿Qué hemos perdido a mi madre? Nada de lo que dice tiene sentido.
—Claro que no sé nada de eso. Estaba en el sótano de nuestra casa cuando el espejo se puso a brillar y cuando me di cuenta todo estaba en ruinas. Mi casa y la tuya estaban destruidas, ni si quiera la gente parecía darse cuenta de toda la destrucción. ¿Dónde está Elizabeth?
—¿Qué dices? Eso pasó hace diez años, cuando te marchaste.
—¿Qué? –un escalofrío recorre mi espalda.
—Hazme caso, si no mira este periódico.
Me lanza un periódico con el titular de “Descubierta nueva medicación contra la Sangre Negra”, arriba en una esquina se puede ver una fecha: 10/3/2037
Según esto han pasado diez años desde la última vez que la vi.
—Será una broma
—Ojalá lo fuera –responde mi padre–, te largaste hace diez años cuando Elizabeth enfermó. La Sangre Negra llegó hasta ella.
—Y… ¿dónde está ahora? –sé que no quiero saber la respuesta
—Pasaron dos semanas y los síntomas eran muy claros, ya empezaba a perder vitalidad y…
—Papá, dime qué ha pasado con Elizabeth.
—Ella… murió.

Los fallos que le he sacado son cosas muy puntillistas destinadas a que si puedes alcanzar la perfección no te quedes en lo que simplemente no es tan incorrecto como para espantar.
Ya te los he señalado todos por otra vía, así que hablaré del argumento.

Mi única pega es la falta de emoción aparente que presenta el padre al reencontrarse diez años después con un hijo que creía muerto. Es como que tremendamente extraño, a pesar de que, si dices que es por algo como en efecto haces, esperaré a que lo justifiques en un futuro para criticar esa reacción.
El resto de la historia me gusta. Muy futurista y con acción y momentos de breve suspense ya desde su comienzo, lo cual mantiene enganchado a quien la lee con bastante facilidad. El único motivo por el que alguien podría abandonar la lectura de algo así es por esos pequeños fallos estilísticos que ya te he mencionado y todo eso. La puntuación es mucho mejor que antes, y en general está correctamente escrita.
Siento lo de Elizabeth. Me dio pena y eso. ¡Eché en falta la reacción de él ante la noticia! Y con esto me refiero a que la quería ya, no cuando te de por continuar escribiendo, vaya. Eso es bueno también, aunque haga rabiar a los que la siguen.
¡Chao!