Buenas noches-días. Hoy os traigo otro trocito de mi, más de la historia que está marcando por completo mi vida y me gustaría compartir con el resto del mundo, así que aquí os traigo más de la Princesa que se cansó de tanto cuento, más de mi.
No soporto más esta carga que me lleva pesando meses, no puedo obviar lo evidente por más tiempo: estoy enamorada. Nunca he dejado de esperar su regreso, de soñar con que volvía con la ventanilla del coche bajada con alguna de nuestras canciones resonando en la calle, abriese la puerta y me cogiese entre sus brazos llenándome de besos, de sonrisas, de amor… tanto amor.
He contado cada día que ha pasado sin tener noticias de él y me he negado infinidad de veces a diario todo lo que sentía, intentando hacerme creer que había una persona en el mundo hecha para mi, aun a sabiendas de que esa persona fue él. Solo hay una persona en mi vida a la que le puedo revelar qué está pasando en mi para sentir esa angustia constante que está frustrando mis principios e ideales, solo puedo reverlárselo a ella para revelármelo a mi misma y las palabras salen despacio de mi alma, no soy emocionalmente consciente de lo que lleva guardado dentro de mi y me estoy dando cuenta ahora de que ya conozco al amor de mi vida, al amor de mis días
-No dejo de pensar en Jorge y no lo quiero reconocer.
-¿¡En Jorge!? ¿Habéis vuelto a hablar?
-No… nos hemos desbloqueado en WhatsApp, Facebook… pero él no me ha hablado, ni yo me atrevo a hablarle a él.
-Si realmente es lo que quieres hacer y le echas de menos, hablale.
-Me da miedo, Sandra… su reacción.
-Quien no arriesga, no gana y más vale que lo intentes pase lo que pase, a que luego te arrepientas. Hazlo, no seas tonta.
-Me da miedo… hundirme más.
-Pero… ¿y si… en vez de hudirte más, todo mejora? ¿Tú sinceramente volverías con él o, por lo menos, lo intentarías?
-Supongo que si.
-Pues lo único que tienes que hacer es hablarle. -Me sostengo el rostro entre las manos restregándome los ojos, como si al abrirlos fuese a ver la respuesta a todas mis preguntas.
-¿Y qué le digo, tía? No se cómo empezar, ni qué decirle. -Suspiro, ese ha sido uno de los motivos de más peso que han provocado que no tuviese el coraje suficiente para… no se para qué a ciencia cierta.
-En principio dile lo que sea para ver cómo reacciona, no le vas a decir todo lo que sientes para que después te diga algo malo.
-Ya, pero… decirle “hola” no me parece tampoco la manera apropiada, ¿no?
-Ya… yo que se… en plan qué tal le va todo, o algo así.
-Le puedo preguntar si siente la necesidad de hablar conmigo, o algo así.
-No, no, eso no. Si de verdad siente la necesidad de hacerlo no te lo va a decir.
-Estoy muy perdida. -Esa bombilla que de cuando en cuando se ilumina en mi cabeza empieza a parpadear al pensar en su foto de perfil: la moto. -¡Ah! Le puedo decir…
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-Propongo una cosa. -la escucho atentamente con espectación como un niño que acaba de ver los juguetes a los pies del árbol de navidad.
-Te escucho.
-¡No seas tan pesimista este año, por Dios!
Nos echamos a reír.
-Arriésgate. Dejemos las dos el pesimismo a un lado, pero bien lejos. En el fondo del armario, como tú me dijiste una vez ¿recuerdas?
-Si… si me acuerdo… -tuerzo hacia un lado los labios recordando la seguridad que tenía en mi misma no hace tanto tiempo, sabiendo siempre qué decir y qué callar en el momento adecuado -tengo que salir adelante. Creo que necesito hacer esto para poder ser yo, otra vez.
-Exacto. -Contesta orgullosa de mi, me quiere y yo a ella -Y para seguir adelante con él o sin él, pero tienes que saberlo.
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Ahora que le he confiado a mi mejor amiga lo que ni si quiera había sido capaz de confiarme a mi misma, me siento preparada para dar ese paso tan crucial sentimentalmente. Después de meses sin saber más de lo que podía proporcionarnos Facebook, estoy segura de pulsar la tecla “enviar” y envío un mensaje que puede darme o quitarme todo.
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