He tomado una decisión importante en mi vida: venir a vivir a una isla desierta. Suena un poco loco, lo sé; pero estaba cansado de vivir en el ajetreado mundo corriente. He decidido abrirme a nuevos horizontes.


Para hacer ese sueño realidad contacté con Nook Inc. para tomar parte en su Plan de Asentamiento en Islas Desiertas. En sus oficinas, Tendo y Nendo me ayudaron con todo el papeleo. Rellenar unos formularios, una foto, unas firmitas, escoger una isla desierta y…. ¡listo, todo arreglado para partir! Para mi sorpresa, la avioneta saldría esa misma tarde hacia mi nuevo hogar…


Tras amerizar en las costas de la isla se me olvidó el mal trago de haber tenido que viajar en avioneta: ante mí se desplegaba un paisaje único, compuesto de playas de arena blanca, aguas cristalinas y vegetación frondosa de un color verde vívido. Las primeras bocanadas de aire fresco me llenaron de energía y enseguida tomé rumbo al punto de reunión de la isla.


Allí, Tendo, Nendo y el mismísimo Tom Nook nos dieron la bienvenida, a mí y a las dos personas que habían llegado en avioneta conmigo: Canberra la koala y Rufueto el cerdito.
Tras la presentación, nos hicieron entrega de unas tiendas de campaña para que estableciésemos nuestros asentamientos en la parte de la isla que más nos gustase.


Mientras buscaba el sitio en el que (sobre el mapa del catálogo de islas) había planeado asentarme, me crucé con Rufueto y pudimos presentarnos de forma más formal. Parece un tipo majo, me alivia tener compañía así en esta aventura tan emocionante.


Al final desistí en mi empeño de asentarme en el terreno entre del cruce de los ríos, que tanto me había gustado sobre el plano del catálogo de islas, porque ahora mismo me resultaba inaccesible. Por ello, decidí establecerme de manera provisional en la orilla oeste de la isla y más adelante buscaría la forma de llegar a mi ubicación preferida.


De regreso al punto de encuentro me topé con Canberra. La koala no se acordaba de mi nombre… ¡y eso que acababan de presentarnos! Pero bueno, se lo recordé y acto seguido la ayudé a encontrar una ubicación para su tienda de campaña. Tras haberla ayudado a plantarla, estábamos volviendo juntos cuando nos encontramos, de nuevo, con Rufueto, quién también me pidió ayuda para escoger la ubicación de su nuevo hogar.


Al regresar a la plaza, Tom Nook propuso dar una fiesta de bienvenida para celebrar nuestro comienzo en la nueva isla habitada. Me encomendó ir en busca de ramitas para montar una fogata y fruta autóctona para un aperitivo. Enseguida encontré algunos árboles frutales y descubrí que las peras eran la fruta más abundante del lugar. Tras aprovisionarme de alimento y materiales regresé.


Una vez encendida la fogata comenzó la celebración. Entre tanta cháchara surgió el tema de qué nombre íbamos a darle a la isla. Hubo varias propuestas, pero por votación se decidió utilizar la mía: Sosiego. Tom Nook aprovechó buen avenir con los vecinos para nombrarme portavoz vecinal.


Brindamos con zumo de pera, claro está, y seguimos celebrando largo y tendido hasta que se cerró la noche y todos nos retiramos a nuestras tiendas a descansar.


Antes de dormir, dediqué un rato a adecuar el interior de la tienda con los obsequios de Nook. El lugar empezaba a resultarme acogedor, a pesar de tener 4 lonas por paredes.


Debido al cansancio, dormí tanto que me desperté al anochecer del día siguiente. Al salir me esperaba Nook, quien me entregó un Nookófono: un smartphone de última generación de su compañía lleno de aplicaciones útiles para los habitantes de Isla Sosiego. Luego pasó a su parte favorita, la factura.
¿¡49 800 bayas!? Bueno… yo ya sabía que tenía fama de buen recaudador. Lo que me alivió fue saber que podía pagar con 5000 millas. Las millas eran un sistema de recompensas de puntos por realizar actividades por la isla, que se obtienen en una aplicación del Nookófono.


Estuve trasteando con el Nookófono un buen rato, incluso estrené su cámara inmortalizando esta escena tan paradisiaca. No sé cuantos Mpx tendrá la cámara, pero saca fotos de buena calidad.


Otra de las aplicaciones era un GPS insular, que me permite ubicarme en la isla en todo momento y saber como llegar a cualquier sitio. Me resultará muy útil, puesto que en un territorio desconocido no podré simplemente confiar en mi buen sentido de la orientación.


Otra aplicación bastante útil del Nookófono, era un pasaporte digital, toda una proeza tecnológica pensada para despistados que pierden su documentación a menudo… como yo.


Cuando guardé el dispositivo en el bolsillo, me di cuenta de que había llegado un paquete de Nintendo ¡¿UNA SWITCH?! Esta gente me quiere mantener enganchado hasta en una isla desierta, lo que hay que ver…
También me habían enviado unos manuales de bricolaje que no sabía interpretar, así que fui a ver si Tom Nook podía ayudarme.


Nook se ofreció a darme un taller de bricolaje para aprender lo básico. Hicimos una caña de pescar de una fiabilidad algo dudosa, pero no estaba mal para ser mi primer proyecto. Además, me instaló una nueva aplicación en el Nookófono que me permite acceder a todos los proyectos DIY que voy aprendiendo.


Estrené la caña de pescar en el río y quedé estupefacto al pescar un neumático. ¿La contaminación de la civilización llega hasta lugares tan remotos como este? …bueno, mi vena creativa me dio idea para usarlo más tarde.


Antes de dar el día por finalizado, y acostarme pronto para combatir el “jet lag”, puse en práctica lo que había aprendido de bricolaje: encendí una fogata y me hice un asiento aprovechando el neumático que había pescado.
¡Reduce, reutiliza y recicla!

Es genial que vuelvan los diarios!!!!
A ver si más gente se anima!

Por cierto, preciosa forma de explicar los primeros pasitos en la isla

Muy buena primera actualización! Tengo ganas de ver las próximas.



A ver si empiezo el mío mañana! Tengo las capturas preparadas así que si tengo un rato libre escribo el post!

Molaría hacerlo todos!!

Oye podrías seguir haciéndolo, a mi al menos me gustaría muchísimo!

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